EL REINADO DEL MIEDO, O UN CÁLCULO
FORMAL
(El Príncipe de Maquiavelo)
Por.
Enrique Aliaga Ruiz
Estando
situado en los albores de uno quizás de los cursos de mayor valía en mi
formación como filósofo y jurista, caí absorto por la figura de un pensador cautivante en
su momento, y es que para comprenderle en su pensar más puro, debía adentrarme
al espíritu sibilino y envolvente del mundo a forjarse, llamado Renacimiento. Un
universo lleno de enigmas, de ocultas
elucubraciones se veía despejado, cual sol en primavera por esplendorosas
ráfagas de luz, por figuras notables e hidalgas que traían cual buena nueva un
imperante mensaje en el bolso, llamado conocimiento.
El
siglo de las luces brotaba como solución in
crescendum de aquella oscura y temible edad media, que escondía los tesoros
más anhelados por el cerebro y pensar humano, erarios que solo un espíritu
ilustrado podría hacerle frente.
Mi
interés crecía y con él la figura de aquel hombre que modelo un arquetipo de
gobernante, el cuál, daba ese giro copernicano al que en mi pensar clásico conocía
como monarca, de manera que fui minúsculo ante la idea de un príncipe, un
gobernador, un reorganizador de la Italia en brete, una crisis que demostraba
no la falta ni carencia de algo, sino ese crecimiento real que daría un estado
en perfección.
En
este avatar, me encontré con el modelo a formarse, me vi empequeñecido con
frases como: “El fin justifica los medios”,
locución que denota la cruda manera en la que el hombre seducido por el
poder y las ambiciones puede olvidar a su pueblo. Maquiavelo, pensador que
alimenta las líneas de este ensayo fragmentaba su obra en veintiseís consejos
prácticos para mantener unido al estado, consejos que olvidan en cierta manera
la libertad de ejercicio tan anhelada. El creador de este modelo de gobernante
era en ese tiempo Secretario de la Segunda Cancillería encargada de los asuntos
exteriores y planeamientos de guerra, en virtud de ello es que se atreve a
emitir juicio del diseño de gobierno necesario para el ordenamiento de un
estado. Para Maquiavelo el hombre es un ser emotivo y fácilmente dominable por
la sociedad, y de ningún modo un ser racional y libre. Con una moralidad
utilitarista propia del espíritu ilustrado enmarcada por el hedonismo, encausadas
no a la finalidad misma de la acción sino relevada por lo aprovechable y el
costo de esa satisfacción.
Esto
denota un espíritu débil, mediocre, y por lo tanto, una inminente necesidad mesiánica, la cuál
sostendrá en la dedicatoria que hace en su libro a Lorenzo de Medici, en la
cuál sostiene la carestía de un varón con poder absoluto, un legislador el cuál
habiloso concentrará todo su poder e industria en sí mismo y no en otros. En ese
momento me hice la pregunta... ¿quizás de un dictador Vitalicio, al firme
estilo de un Julio Cesar u Octavio en la Roma antigua? Pero no, el tenía en
mente afianzar Italia, ya los mencionados habían tendido su período y
florecieron como marchitaron la antigua civitas.
Hasta allí entonces ya se resolvía el primer paso para tal fin unificador con
la figura de un príncipe, pero como lograría este hacerse con el poder. Para ello
Nicolás dará tres formulas: los méritos propios, el apoyo del pueblo, o la
tiránica crueldad.
La
última de esas para los fines que éste concernía le parecía la fórmula
perfecta. Con ella se evitarían enfrentamientos sin sentido, se obtendría el
miedo, fidelidad y obediencia de los súbditos. En pos de esto, el príncipe comprometía
una suerte de balanza en la cuál calcularía el terror que sembraría en su
gente, y esa piedad y humanismo que debía notar para mantenerse apoyado. Es por
ello que muchos consideran que un gobernante ligero en pensamiento debe
connotar las líneas de esa obra, para ser respetado y no odiado al mismo tiempo
en su gobierno.
Lo
caótico y quizás alumbrante en la obra de Maquiavelo es que él nos adentra en
su tiempo, de manera que habla de todos los tipos de principados que pueden
darse y se dieron circundantes a la obra, entre ellos citó: los hereditarios,
los eclesiásticos, entre otros, tomando como referencia los papados y recalcando
la figura de Fernando el católico y sus comprometedoras bulas y para finiquitar
el fortalecimiento de un ejercito propio cuya independencia militar sea notoria.
La
obra describe un tiempo, con ello una necesidad imperante, juzgarle por lo
antedicho sería anacrónico y locuaz de parte mía, dentro de las líneas del
texto mayor u obra el Príncipe se encierra gran parte del pensamiento
renacentista. Maquiavelo, abrió las puertas a una política diferente, en cierta
forma, y avisó sin darse cuenta de los excesos y escondrijos que ella encierra,
el miedo que se puede sembrar no contrasta con lo legítimo de nuestra identidad,
ni la frialdad absorta de una balanza a calcular, por que en la libre elección
está la perfecta afirmación de nuestro Ser.