lunes, 1 de abril de 2013

El Príncipe de Maquiavelo



EL REINADO DEL MIEDO, O UN CÁLCULO

FORMAL

(El Príncipe de Maquiavelo)


Por. Enrique Aliaga Ruiz


Estando situado en los albores de uno quizás de los cursos de mayor valía en mi formación como filósofo y jurista, caí absorto por la figura de un pensador cautivante en su momento, y es que para comprenderle en su pensar más puro, debía adentrarme al espíritu sibilino y envolvente del mundo a forjarse, llamado Renacimiento. Un  universo lleno de enigmas, de ocultas elucubraciones se veía despejado, cual sol en primavera por esplendorosas ráfagas de luz, por figuras notables e hidalgas que traían cual buena nueva un imperante mensaje en el bolso, llamado conocimiento.

El siglo de las luces brotaba como solución in crescendum de aquella oscura y temible edad media, que escondía los tesoros más anhelados por el cerebro y pensar humano, erarios que solo un espíritu ilustrado podría hacerle frente.

Mi interés crecía y con él la figura de aquel hombre que modelo un arquetipo de gobernante, el cuál, daba ese giro copernicano al que en mi pensar clásico conocía como monarca, de manera que fui minúsculo ante la idea de un príncipe, un gobernador, un reorganizador de la Italia en brete, una crisis que demostraba no la falta ni carencia de algo, sino ese crecimiento real que daría un estado en perfección.

En este avatar, me encontré con el modelo a formarse, me vi empequeñecido con frases como: “El fin justifica los medios”, locución que denota la cruda manera en la que el hombre seducido por el poder y las ambiciones puede olvidar a su pueblo. Maquiavelo, pensador que alimenta las líneas de este ensayo fragmentaba su obra en veintiseís consejos prácticos para mantener unido al estado, consejos que olvidan en cierta manera la libertad de ejercicio tan anhelada. El creador de este modelo de gobernante era en ese tiempo Secretario de la Segunda Cancillería encargada de los asuntos exteriores y planeamientos de guerra, en virtud de ello es que se atreve a emitir juicio del diseño de gobierno necesario para el ordenamiento de un estado. Para Maquiavelo el hombre es un ser emotivo y fácilmente dominable por la sociedad, y de ningún modo un ser racional y libre. Con una moralidad utilitarista propia del espíritu ilustrado enmarcada por el hedonismo, encausadas no a la finalidad misma de la acción sino relevada por lo aprovechable y el costo de esa satisfacción.

Esto denota un espíritu débil, mediocre, y por lo tanto,  una inminente necesidad mesiánica, la cuál sostendrá en la dedicatoria que hace en su libro a Lorenzo de Medici, en la cuál sostiene la carestía de un varón con poder absoluto, un legislador el cuál habiloso concentrará todo su poder e industria en sí mismo y no en otros. En ese momento me hice la pregunta... ¿quizás de un dictador Vitalicio, al firme estilo de un Julio Cesar u Octavio en la Roma antigua? Pero no, el tenía en mente afianzar Italia, ya los mencionados habían tendido su período y florecieron como marchitaron la antigua civitas. Hasta allí entonces ya se resolvía el primer paso para tal fin unificador con la figura de un príncipe, pero como lograría este hacerse con el poder. Para ello Nicolás dará tres formulas: los méritos propios, el apoyo del pueblo, o la tiránica crueldad.

La última de esas para los fines que éste concernía le parecía la fórmula perfecta. Con ella se evitarían enfrentamientos sin sentido, se obtendría el miedo, fidelidad y obediencia de los súbditos. En pos de esto, el príncipe comprometía una suerte de balanza en la cuál calcularía el terror que sembraría en su gente, y esa piedad y humanismo que debía notar para mantenerse apoyado. Es por ello que muchos consideran que un gobernante ligero en pensamiento debe connotar las líneas de esa obra, para ser respetado y no odiado al mismo tiempo en su gobierno.

Lo caótico y quizás alumbrante en la obra de Maquiavelo es que él nos adentra en su tiempo, de manera que habla de todos los tipos de principados que pueden darse y se dieron circundantes a la obra, entre ellos citó: los hereditarios, los eclesiásticos, entre otros, tomando como referencia los papados y recalcando la figura de Fernando el católico y sus comprometedoras bulas y para finiquitar el fortalecimiento de un ejercito propio cuya independencia militar sea notoria.

La obra describe un tiempo, con ello una necesidad imperante, juzgarle por lo antedicho sería anacrónico y locuaz de parte mía, dentro de las líneas del texto mayor u obra el Príncipe se encierra gran parte del pensamiento renacentista. Maquiavelo, abrió las puertas a una política diferente, en cierta forma, y avisó sin darse cuenta de los excesos y escondrijos que ella encierra, el miedo que se puede sembrar no contrasta con lo legítimo de nuestra identidad, ni la frialdad absorta de una balanza a calcular, por que en la libre elección está la perfecta afirmación de nuestro Ser. 

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